The Mutesinger logbook, reviews, literature and music, moments that pass and remain
martes, 15 de mayo de 2007
Amsterdam: reflejos que cambian de canal
REFLEJOS QUE CAMBIAN DE CANAL
(desde Muteville a Amsterdam)
"Es un alivio pasear por un sitio donde el ruido es sólo una carta más en la baraja" dice el Cantante Mudo.
Te acostumbras rápidamente a cruzar los canales, encontrar entre las 9 calles el canal que emite lo que sientes. Que haya flores en la ronda nocturna y en la guardia diurna, y al lado del café. Pequeñas tiendas de discos que te hacen olvidar la fnac, pequeñas librerías que producen el mismo efecto; más allá de los lugares evidentes, el reflejo de los pequeños canales en torno a la casa de Rembrandt, y esa placa en el edificio de la casa de Ana Frank donde vivió Descartes. En la placa puedes leer un fragmento de una carta de Descartes a Balzac, recordando que se puede respirar algo de aire libre en esta ciudad, más allá de la acogedora novia francesa.
Antes del viaje, no me olvidé de rendir tributo al 85 aniversario del nacimiento de Jack Kerouac, remitiendo poema a la dirección que nuestros gatos saben.
Y allí, cerca de La Tertulia y el museo marino, está el pequeño Museo de los Gatos, una deliciosa casa de tres pisos dedicados a ese animal de apariencia esquiva, que tanto se parece a nosotros, a algunos más que a otros, y que por ello ejerce de esquivo y sólo se muestra dadivoso con los que nada de interés esperan. Jugó el Cantante Mudo al pinball con uno de los gatos tranquilos, a la hora del té. Ain' talkin'...
Puedes encontrar los bulbos de tulipanes y toda clase de flores en el mercado junto a las semillas de cáñamo y consoladores deslenguados; puedes encontrar a la joven que perdió la perla tras un escaparate haciéndote un gesto cansado de "hoy no es día de baile", y cerca de allí un reflejo de ti mismo –y de ti misma- suspendido sobre el pequeño canal que nace del Singel, dejándote mirar dentro, donde nace el humo y la malicia del licnobio.
Esos padres sentados en el sofá telúrico que miran a sus hijos e hijas sentados en el sofá de enfrente empiezan a dudar sobre el hecho de quién parió a quién.
Tantas bicicletas; y somos dos ruedas que van a la par, en una ciudad sin pares.
Tanta agua, y la sed es un reflejo de la ética de Spinoza; simplemente nadie puede dejar de ser quien es, y nadie lo va a hacer aunque ello le lleve a la ruina (o a la santidad).
Sin Vermeer, sin Rembrandt tristeza es algo más triste, sin Descartes, sin Django, sin Espinoza alegría es algo falso, reflejado en un anuncio en tres dimensiones, y no la simple aceptación divertida de que vamos sin tiempo hacia ninguna parte bajo el cielo rojo.
Antes del día de la celebración de la República, segunda o tercera, nos acordamos de ver reflejada en los canales esa república invisible de la que, en el fondo, formamos parte (en su fondo). Sólo de ella.
Tras haber dado la vuelta (¡las vidas que da una vuelta!) al red light, ese barrio rojo donde puedes mirar sin ser visto, y ver sin ser mirado; donde te partes de risa en el puente, sobre el canal, intentando hacer una fotografía al demonio saltarín (ese que en otro momento perdió el equilibrio y se quedó en la lona contando hasta diez); donde ir de merienda, en fin, es otra cosa, la música del carrusel se impuso. La figura del gitano haciendo esa cascada de canciones en torno al agua, "High Water", "Chimes of Freedom", "Spirit On The Water", etc; imprimiendo esos momentos únicos en que nadie respira: "To Ramona", "Under The Red Sky", "Nettie Moore" y "Ain't Talkin'". El silencio se hizo mientras se hacía...
"No hablo", dijo, más tarde, El Cantante Mudo, junto al tranvía que le pasó rozando, mientras la gitana sacudía los reflejos en el agua en busca del número adecuado, de la carta que pudiera encajar en la mano.
All day long
wearing a hat
that wasn't on my head.
(Jack Kerouac)
El Cantante Mudo & La Bailarina Morfina, abril 2007. (c) todos los derechos están a la izquierda del canal
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