JULIO SOLER. LA BELLEZA DE LA FRUTA.
Julio Soler (Elche, 1964), narrador, poeta y detective acuático, es fundador de las colecciones literarias Frutos Secos y Peces Solubles, autor de libros tan únicos e incomparables como “En el fondo todos deberíamos llevar sombrero” (Malvarrosa, Valencia, 1986), “Compárteme con embolsamientos de aire frío” (Peces Solubles, 1998), “Pues tú me eliges el veneno” (Peces Solubles, Elche, 2016) y este su último libro “La belleza de la fruta” (Frutos del Tiempo, 2018).
En “La belleza de la fruta” Soler hace gala de su endemoniado dominio del lenguaje, no para desmenuzarlo como objeto en sí mismo, sino para llevarlo siempre un paso más allá de lo más acá. Leyendo relatos como “El Bosque de las Pawlonias” (“Cuando uno cierra los ojos sabe volver”), el homenaje a Cortázar de “Evohé”, el jugoso “Carlota” (su delirante juego con las iniciales D.H. de Lawrence es asombroso), el punzante “Milky Monkey II. El cinéfilo”, el fantástico “La teoría de los conjuntos según Noé”, el delirante “Su misión”, o el adorable “Un futuro imperfecto (Versión cuadros y cenizas)” (“-Bossa nova ¿Lo de siempre? –Bossa nova. No. Lo de nunca para después.”)
Hace tiempo que Julio Soler creó un mundo propio que es un mundo impropio, se hizo caleidoscopio de frutas y peces, de personajes imposibles por factibles, para crear un lenguaje personal a partir del caleidoscopio que es la cultura, especialmente del siglo XX y de los siglos antes de la imprenta, una cultura musical, cinematográfica, literaria. Desfilan las referencias cinematográficas, de Fellini a Fosse y Hitchcock, las musicales de la new wave inglesa a Iggy Pop o Billie Holiday –yes, love will tear us apart-, las literarias de Lewis Caroll a Oscar Wilde. Es una constante en su obra, y en esta es un hilo conductor para dar sentido al absurdo, y para volver absurdo lo cotidiano. Sobre la efervescente y decadente superficie se oculta un contenido no apto para los que no escarban. En el fondo está Soler hablando de la fruta del amor aunque los peces no lo sepan, y el mordisco sea siempre una elipse colosal. Por ello, las disertaciones y coloquios de las cortes del amor de su libro son siempre una promesa de que el amor vence cuando ya no se cronometra.
YOUTUBE PRESENTANDO LA BELLEZA DE LA FRUTA
Si Álvaro de Campos hubiera tenido un heterónimo, Julio Soler lo tendría en su mente destilando pomes y meopas. Si el 62 Modelo para Armar necesitara un desarmador ese sería él en astilleros errantes. Flann O’Brien disfrutaría como un achispado inventor de sujetos y objetos inútiles si leyera los libros de Julio Soler.
La edición de este último libro “La belleza de la fruta” es bellísima. Y contiene una segunda parte “La belleza de la fruta ilustrada” en la que se puede disfrutar de una cuidadísima muestra de imágenes obra de autores como Fernando Ramos Cordero, Paco Valverde, Javier Bermejo y del propio Julio Soler (¡ah, esa “cita a ciegas en un cine del West End”!).
JULIO SOLER EN FRUTOS DEL TIEMPO
Celebremos como se debe la obra de Julio Soler, y no dejemos de hacernos con un ejemplar de este gran libro sin ejemplos comunes sino insólitos; digamos bossa nova, pidamos unas horas de romano deleite.
© Fernando Garcín, 2019
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