domingo, 21 de septiembre de 2008

zen y al arte del mantenimiento de la motocicleta



-Imagen de Robert Pirsig, autor del libro 'Zen y el Arte del Mantenimiento de la Motocicleta', con la motocicleta con la que viaja en la historia del libro; libro del que leí algunos fragmentos estudiando estética de la ciencia en 5º de Estética, y del que luego supe de su edición castellana en uno de esos encuentros especiales con Dani-

(Tarde en Lorca)

Andábamos alegres
Por la Alameda de los Tristes
Cerca de las vías
Donde el tiempo son dos
Pasábamos los dedos
Por la piel que se estira
Unos pedían agua
Y otros fumar
Hasta que nos dejó mudos
El sonido del tren.

(Lorca, julio 2008)




Luna llena sobre el tajo
Desde tu sombrero la señalas
Dos bailarinas
y el avión que surca el cielo…
La voz es una linterna
El Elevador sigue subiendo a 200 metros de ti
donde está el cielo más pequeño
Por los raíles flashes y muletas
para la enfermedad del valiente
Abres los brazos, cierras los ojos
La belleza hace la calle

(Lisboa, julio 2008)

(c) El Cantante Mudo (para Robert, Dani, Ina y Leonard)

(c) todos los derechos no van en el sidecar

Claire Lejeune

Claire Lejeune (1926-2008) in memoriam




Conocí a Claire Lejuene gracias a mi amiga Flor Herrero, quien la ha traducido al castellano durante muchos años, y mantenido una intensa relación con ella hasta el reciente fallecimiento de la gran ensayista, filósofa y poeta belga el pasado 9 de septiembre. Como homenaje a ella y su obra, reproduzco aquí la reseña que escribí cuando la editorial Pretextos publicó su gran obra 'El Libro de la Hermana' en 2002, con traducción de Flor.

UNA INTENSA VISIÓN DEL ENSAYO POÉTICO:
EL LIBRO DE LA HERMANA" de Claire Lejeune, ed. Pretextos. Valencia, 2002.

Este libro, con una excelente y cuidada traducción de Flor Herrero, nos introduce a la poeta y ensayista belga Claire Lejeune en España. Su publicación en el mes de mayo de 2002 por la editorial Pretextos no tuvo la repercusión que se merecía fuera de los círculos universitarios, y fue relegado de los suplementos literarios más leídos, así como de algunas revistas especializadas en filosofía y literatura, por ese caprichoso vaivén que encierra dentro de la novedad o de lo actualmente interesante determinado tipo de libros, mientras otros no. Ya en su momento escribí una reseña destinada a recomendar su lectura (nada fácil pero apasionante) a todos aquellos y aquellas que esperan como agua de mayo el retorno de la poesía al lugar donde siempre estuvo, antes de que la Razón y la Historia se apropiaran patriarcalmente de nuestros sentidos y corazones.

El libro de la hermana me lleva a pensar en lo que existe detrás de la palabra “hermano”. “Hermanos”. Al igual que la autora, recuerdo e invoco las palabras del poeta simbolista francés Arthur Rimbaud que aborda la cuestión de encontrar una salida a los juegos innecesarios de poder en su poema 'Vigilias':

'Es el amigo ni violento ni débil. El amigo.

Es el amado ni atormentador ni atormentado. El amado.

Aire y el mundo no buscado. La vida.'

Tal vez el momento último de serenidad que se consigue –tal y como la autora lo entiende en su libro- al mirar atrás es hacerlo como si estuviéramos mirando hacia delante. Una vez fuimos todos hermanos, en otro tiempo, antes de la historia “contada por”. Antes de la historia establecida desde la razón, antes de que fueran repartidos los papeles, antes de empezar la representación de la obra. Madres, Padres, Hijos, dueños, patrones, esclavos, dominadores, subyugados, la lógica del éxito y del fracaso, los juegos de poder.

No. No se trata de un libro sencillo de leer, puesto que requiere el paso por las estaciones de la desesperación para salvar al amor de la incomunicación y de sí mismo. Sólo es sencillo de ver, visionar.

Cuando vemos, cuando decimos, “oh, mira, era esto”, sólo entonces lo complicado se torna sencillo. Se mira hacia el futuro para recuperar lo que la historia nos arrebató usando las trampas del presente ya pasado. ¿Cuántas tropelías se han cometido bajo la bandera del “carpe diem” del buen Horacio? ¿Cuántas desde la concepción materialista de que sólo es relevante lo que conduce a alguna parte, a algún interés o satisfacción, a costa de lo que sea menester? La razón ordenante…

La sensación que impregna las páginas y la piel de libro y lector es otra: los que han sentido la pérdida y el arrebato, se sienten o se han de sentir hermanos. Lo sientes antes que nadie y antes que nada, que la nada. La Historia, el poder, la razón, el sexismo, rosa y azul, blanco y negro… La nada ha de llevárselos para devolvernos el poder decir que somos hermanos. Yendo más allá de ese “poder decir”… Para ser hermanos no hace falta que un discurso lo certifique como un relato impuesto. Hace falta que el discurso se “suicide”, se autoinmole para que, aparezca al otro lado lo que es sin más.

El sentimiento de hermandad es primario, primigenio. Está ahí esperando la mirada de complicidad y reconocimiento. Los viejos roles de dominio, patrones del patriarcado y del matriarcado, sólo son diques construidos para evitar el “regreso” (siempre estuvo ahí) del puro abrazo del hermano.

A veces lo más evidente es invisible o lo más invisible evidente. El extrañamiento de estar en el mundo es la niebla que sólo puede disipar el vernos devueltos al mundo que somos: "... morirá la vida de frío si la poesía no se dedica por entero a provocar el deshielo" (pag. 29) "Del encuentro de los exhaustos puede brotar la energía de la desesperación. El futuro sólo puede contar con la multiplicación de sus fuentes en el desierto del amor" (idem). Sólo un pequeño apunte del tremendo afán de renacimiento del alma luminosa desde la oscuridad del siglo cerrado que propone este libro... que nos remite a la locura que lo-cura-todo, de Heráclito a Rimbaud, de Judit a Camus y la madre tierra y mar.

© Fernando Garcín.