martes, 3 de junio de 2008

30 AÑOS DE LA ASOCIACION DE VECINOS DE L'AMISTAT



La Asociación de Vecinos del Barrio de L'Amistat, barrio trabajador donde me crié, y donde viví hasta los 22 años, ha celebrado el pasado 31 de Mayo sus 30 años de existencia, con todos sus logros para mejorar la calidad de vida del Barrio, dentro de sus, en principio, modestas posibilidades, sin concesión alguna a ningún partido político (nunca fue usado por ninguno de ellos para introducirse), sino por propia autogestión de gente humilde y trabajadora, hasta hacerlo un barrio digno y habitable, un ejemplo para muchos otros.
Se celebró el aniversario, con autorización, en el Centro Social La Amistad, último logro de la Asociación de Vecinos, centro que aglutina al Barrio y donde acuden centenares de vecinos de L'Amistat y de todos los barrios de la Ciudad.
La celebración fue por la tarde, a partir de las 17’30 horas, cuando se inauguró una exposición 1978-2008, muestra de toda una vida de reivindicaciones y logros; expuesta en el vestíbulo principal del Centro Social durante una semana. A continuación en los salones del Centro Municipal de las Personas Mayores, se recibieron a todos los socios, especialmente a los que fueron distinguidos por su colaboración y fidelidad, haciéndoles llegar un obsequio de recuerdo.











Después del encuentro y el reparto de obsequios, tuvo lugar “un picoteo remojado”, y poco después una típica verbena de Barrio amenizada por la Banda de Música del Centro de Música y Danza de Nazaret, desde las 20 hasta las 22 horas. La Charanga, además, también, en la mañana de ese sábado 31 de Mayo, alegró al barrio con un pasacalles por las calles principales del Barrio.




Fue un día especial, como especial es este año para el Barrio, y emocionante evocar tantos años y tantas personas sin las cuales el Barrio no sería lo que ahora es.
Me pidieron, con motivo de la exposición, que escribiera algo sobre los primeros años de la asociación, desde mi recuerdo adolescente. Esto fue lo que escribí:

L’AMISTAT 1978
(a mi madre, Sol Romeu)

Se cumplen 30 años del nacimiento de la Asociación de Vecinos de L’Amistat.
Los tiempos han cambiado, y el barrio ha cambiado con ellos y gracias al esfuerzo de la asociación, la calidad de vida, lo que es más que evidente para todos pero sobre todo para la gente mayor. Por mi parte me ha aparecido gratificante evocar algunos momentos de los primeros años de existencia de La Asociación en relación con mi propia experiencia vital.



Cuando se creó la Asociación, en 1978, por un valiente e inquieto grupo de vecinos, yo tenía ya algún contacto con la asociación de vecinos de Artes Oficios, cercana a la de L’Amistat, donde algunos amigos desarrollaban algunas actividades culturales en las que participé, tertulias literarias, lecturas, una revista, foros de música, etc.
Cerca de la Asociación de Artes y Oficios y de Ramiro de Maeztu estaba la imprenta Ocmo, donde empezamos en 1978 a imprimir en offset algunos carteles, folletos, fanzines, catálogos, y después alguna revista y algún libro. La Asociación de L’Amistat también llevaría allí sus revistas y carteles y folletos durante años, y fue una imprenta que aglutinó durante muchos años la actividad de esas asociaciones vecinales, y de iniciativas editoriales y de fanzines, como Bananas, Cuadernos del Mar, Malvarrosa, y un largo etcétera.
Cuando se creó la Asociación de Vecinos de L’Amistat algunas de esas actividades las desarrollamos puntualmente en su local original en la calle República Argentina; recuerdo algunas tertulias, algún foro de música, entre ellos el primer día Dylan, la preparación de alguna exposición y alguna revista, entre otras cosas, que desarrollamos un grupo de gente muy joven, entre las que estábamos gente del barrio y de barrios cercanos como Caty, Luis, Gregorio, Uberto, Clara, y otros. Más tarde gente que se incorporó a una revista de arte y literatura que hacíamos Uberto, Clara y yo, con gente como Jesús, Elena, Sefa, Juan Ramón… Y las actividades que desarrollamos en torno a esa iniciativa en lugares como los propios locales de las asociaciones, el Centro Social de El Grao, que era además sala de exposiciones y de conciertos, donde cabía toda libertad de expresión y actividades para grupos de música y nuevos poetas u homenajes a gente como Prevert, Estellés o Dylan, y algún Café que entonces acogía actividades de este tipo como el Lola.




Lo que me llama la atención de aquellos tiempos es el hecho de que gente muy joven se acercara a los locales vecinales, o más bien, no se alejara de ellos, pues estaban cerca de donde vivían; y con cierta curiosidad ingenua, con mucha curiosidad por todo, y el entusiasmo de conocer, y de experimentar, desarrollaran allí sus actividades artísticas o lúdicas. Eso fue evidente para mí en un periodo especialmente intenso, entre 1978 y 1981, pues más tarde, los estudios universitarios, las circunstancias de la vida de cada cual, los trabajos, etcétera nos fueron dispersando hacia otros mundos.
Contrasta esa actitud de aquel tiempo con la que uno pueda encontrarse en estos tiempos recientes. Tal vez esa inquietud y esa curiosidad, y esa cercanía en la búsqueda de lo nuevo, en el entorno de los barrios y sus locales, se haya perdido, como también las iniciativas impulsivas de afán cultural, y aparte de que existen muchas excepciones, y gente voluntariamente implicada en actividades sociales, hay una mayoría que huye hacia los centros de diversión preestablecidos, y lleva impregnado, consciente o inconscientemente, un interés más materialista hacia el exterior. Nunca ha habido tantos medios para comunicarse, pero nunca la comunicación ha sido tan inmediata y fácil sin sentido preciso, sin llevar la mayoría de las veces a ninguna parte o más allá de un momento de satisfacción transitorio, un rato de ocio y diversión sin aglutinar inquietudes, proyectos o experiencias.
Quizá la gente que viene de fuera lo perciba de otra manera. La gente que por necesidad económica o por estudios viene de fuera a la ciudad crea unas ciertas raíces entre ellos; pero, salvo movilizaciones puntuales por razones de mucho peso, las iniciativas de los más jóvenes culturales, de arte, música, literatura, etcétera, no están vinculadas a los barrios ni a locales cercanos, sino a la cultura del ocio y a los núcleos de diversión establecidos.
No hay aquí una mirada teñida de nostalgia. Como dice a menudo mi amigo Julio Bustamante, para nostalgia, la de antes. En todo caso estas palabras son más bien un elogio a ciertos tiempos excitantes y especiales, en medio de una celebración grata como es la de los 30 años de la Asociación de Vecinos de mi barrio de L’Amistat, una evocación que pueda ser una invocación a algo que se ha perdido (pero todo se pierde para, en algún momento, ser encontrado) y un canto a un ciclo temporal de inquietud y curiosidad, de afán de descubrimientos, que tiene su germen en los prodigiosos años 70’.
Los exploradores siguen huellas, no se preocupan de si las dejan o no. Las huellas están ahí. Cada generación marca sus propias huellas y hace su propio camino. Lleve a donde lleve.

Fernando Garcín

1 comentario:

Lentitud dijo...

Joder, qué recuerdos traen esas palabras. Un abrazo.
Jesús