La editorial valenciana Pre-Textos publica el Premio de Poesía Joven de RNE 2012, "Edición Anotada de la Tristeza" del poeta de Cartagena José Alcaraz.
Siempre celebro cuando un poeta que me gusta por la poesía que escribe consigue un reconocimiento, es premiado y publicado. Es el caso de este libro y de José Alcaraz.
Mi primera lectura completa del libro la hice durante un trayecto de autobús entre dos ciudades a las que quiero. En esos trayectos de autobús leo mucho, y siempre libros intensos. Lo he hecho desde siempre, y es una actividad que se adecua a mi ritmo vital. Cuando más absorbo y más me inspiro es cuando estoy en movimiento. Siempre llevo algún libro de autores que me gustan, como Camus, Proust o Conrad, y casi siempre lo disfruto.
En esta ocasión, leyendo "Edición Anotada de la Tristeza", iba leyendo los poemas y me detenía en algunos de ellos, volvía sobre otros, avanzaba hacia los nuevos por leer y nunca cerraba el libro. Me daba la impresión, repetida en otras ocasiones de lecturas apasionantes, de que el trayecto físico del vehículo que me lleva se acompasa con el trayecto espiritual del libro que leo. Sin embargo, aunque el trayecto del autobús tiene su principio, sus paradas intermedias y su final, su horario y sus cambios de carreteras, los textos que leo tienen su propia trayectoria, su propio horario que no lo es, sus avances y retrocesos.
Los poemas de José Alcaraz están escritos como notas a pie de página. El poema está abajo, nota que se refiere a algo que está en blanco en el cuerpo de la página, y que es lo que uno tiene que imaginar. Los poemas del libro no son poemas que se regodeen en la tristeza, la tristeza es ese espacio en blanco para el que los poemas son notas al pie, y en muchos casos, usando un símil futbolístico, auténticos pases al pie.
Hay muchos poemas en los que uno se detiene y los lee y los relee sin poder dejarlos, por su hondura y por lo que sugieren sin definir.
Si citara versos o poemas del libro no pararía y aunque ello haría que usted, lector, fuera a buscar el libro como loco, también se vería privado de la sorpresa de descubrir por primera vez la maravilla del encuentro.
"Cierra los ojos / y abre la boca. // No es un juego, / no una broma pesada. // Es no cerrar la boca, / es no tener que abrir los ojos / para ver." (pag. 30)
Contaré que durante buena parte del viaje se sentaba detrás de mí una mujer que habló un buen rato por el teléfono móvil, y luego lo dejó. Le entraban mensajes pero no los respondía, sólo miraba, de reojo, de vez en cuando. Podía resultar molesto que el volumen del sonido de alerta de mensajes no lo tuviera más bajo o en silencio. Sin embargo, en este caso, me parecía que eran las pulsaciones entusiastas de un enfermo de tristeza que de pronto surgiera de la página en blanco para decir que estaba allí.
Durante la última parte del viaje en autobús atardecía, y faltaba la luz. Era momento de mirar el paisaje difuminado, recordar imágenes, pensar, dejar que los ojos se cerraran o escuchar música. En esas páginas en blanco, sintiéndome triste un momento, en la hora violeta, las huellas de los poemas de José Alcaraz estaban a mis pies.
(c) Fernando Garcín
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